El momento en que ocurren las cosas, ocurren y punto. Una vez terminada su razón de suceder, quizás esas mismas cosas entren a formar parte del absurdo, de lo inexistente. Pero en su momento fueron y ocurrieron, tuviesen fundamento o no.
Maldigo el egoísmo, la falsedad,la hipocresía, la poquísima vergüenza enmascarada de miedos inventados, la sinrazón, la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace, la especulación con los sentimientos ajenos, jugar por jugar a no ganar nada, por puro pasatiempo (lo que significa menosprecio y una falta absoluta de respeto hacia los compañeros de partida que juegan con sentido, con el conocimiento de lo amargo de la derrota, cuando el juego deja de ser una simple distracción y se convierte en el guión de la historia que se escribe a cada uno de nuestros pasos y cuando cada envite es arrojar la vida sobre el tapete sin mirar dónde cae, aún a sabiendas de poder pederla).
Vale. Lo supe desde siempre: la nada es el final de todo (de "todo esto" y de todos los demás "todos", valgan las redundancias).
Nunca habéis amado: os lo quisísteis creer, hasta tal punto que no lloráis por desamor, sino por el fracaso de vuestros caprichosos planes y por la herida que ello causa en vuestro orgullo de ególatras. Son las lágrimas de la vanidad abatida por la realidad. Lágrimas para llorarlas en soledad, puesto que el único consuelo que existe para ellas es la contricción sin compañía. Lágrimas sin derecho a ser secadas por otra mano que no sea la vuestra propia, con vuestro propio pañuelo, con la manga de vuestra ropa o con el dorso desnudo de vuestra propia mano. Lágrimas que, en un acto de suprema humildad y decencia, no deberían salir nunca de vuestros ojos.
DE VIENTOS Y LLUVIAS
Hace 8 años